sábado, 18 de septiembre de 2010

Cara o cruz

Nunca creí en esos cuentos. ¿Amor? ¿Fidelidad? ¿Matrimonio?. Creo que no son mas que una serie de mentiras baratas contrarias a nuestra naturaleza. ¿Por qué tenemos dos manos si no es para aferrar un miembro con cada una? o ¿por qué se te levantó sin que pudieras hacer nada aquella vez que me viste meterle mano a nuestra profesora particular de inglés?. No, cariño, si no puedes darme una explicación razonable, guárdate ese anillo y sigamos disfrutando de la cena.

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Nunca creí en esos cuentos. Para mi, el amor era una cueva desconocida que ansiaba descubrir cuanto antes. Mi amiga Marta siempre me decía que viviera la vida, que era una chica muy bonita y que podría conseguir a quien yo quisiera. Pero a mi, tener cada mañana un hombre distinto entre mis sábanas no me proporcionaba satisfacción alguna. Yo te quería a ti. Estaba tan obsesionada que la dignidad estaba pasando a ser ya terreno inexplorado. Finalmente te conseguí, pero ahora que te tengo ya no es lo mismo. Se ha perdido el morbo del amor no correspondido y las últimas veces que me has hecho el amor ni siquiera me he corrido. Asi que por favor, guardate el anillo y hagamos como que esto nunca ocurrió.

Natura

Es algo sobrenatural. Una fuerza interior que me empuja hacia el irremediablemente, algo que ni yo, ni el, ni la misma Afrodita podría evitar. Me arrastro como una serpiente  al acecho de su presa, reconociendo el terreno, olisqueando hasta el mas pequeño recoveco y estremeciéndome con el mas mínimo roce. Cuando por fin lo encuentro, encuentro su sonrisa, enigmática pero sincera, que siempre me dejó sin respiración. Todos mis planes al garete. Me desmonta. Cuando voy con ganas de mandarlo al carajo, decidida a que deje de jugar conmigo, acabo por callarme y retroceder, asustada. Por el contrario, las veces que voy con ganas de dejarlo K.O y plantarle un beso del que se acuerde toda su vida, para demostrarle que no me importan sus juegos y de que si se trata de ser un títere o un titiritero, yo también seré lo segundo, me suelta un: -buenos días, bonita- y soy incapaz, mis músculos se quedan anaeróbicos y solo soy consciente de que he vuelto a poner mi sonrisa de tonta una vez que el ya se ha ido y que no puedo hacer nada. Me imbeciliza. Pero estoy decidida a que eso cambie de inmediato. Esta tarde lo voy a mirar fijamente, siempre le han gustando mis ojos, luego me acercaré lentamente, quiero que sufra un poco, que piense que estoy hasta los huesos por el, pero solo por un momento, porque cuando estemos a menos de 2 centímetros de distancia, cuando note su respiración en mi nariz y mis ojos sigan fijos en los suyos, acercaré mis labios a los suyos y le daré un leve beso. Un momento después me iré y lo dejaré ahí, pensando que no me conoce en absoluto y con mi olor todavía en sus mejillas. Si lo conozco un poco intentará seguirme o me llamará pero los titiriteros no hablan con sus marionetas. Le habré asestado un golpe maestro, ya iba siendo hora de que alguien le diera a probar su propia medicina. Lo que el no sospechará es que cada vez que pronuncie mi nombre, tendré que hacer un esfuerzo sobrehumano para no volver y arrojarme en sus brazos, no sabe que a mi me dolerá cada día el sabor de ese fugaz beso.
Es algo sobrenatural.